La muerte y los procesos de duelo en la infancia

Para educadores y familias no suele ser un tema sencillo de tratar con los niños y niñas la muerte y los procesos de duelo en la infancia. Muchas veces se evita tratar estos temas con ellos hasta que se ven enfrentados a la situación, ya sea la muerte de un familiar o ser querido, la muerte de la mascota, la pérdida de un amigo que se ha ido del barrio, o que uno de los padres, abuelos o familiares se vaya a vivir fuera del país, entre otras situaciones.

Hoy en día, sigue siendo un tema tabú hablar de la muerte con niños y niñas. El enfoque suele ser una educación ‘para y por la vida’, más se deja de lado en las escuelas y hogares desarrollar de igual forma la conciencia de la muerte. 

Es importante que se trabaje de manera transversal desde la educación Infantil en adelante, puesto que aporta a una visión más realista de la vida. Evidentemente, se ha de trabajar considerando la edad de cada niño. Varios autores señalan que durante la primera infancia (hasta los 5 años) existe un desconocimiento sobre la muerte. Suele verse como algo reversible, influenciado por las narraciones y cuentos a los que acceden niños y niñas de estas edades. Entre los 6 y los 9 años comienzan a darse cuenta que la muerte es un proceso irreversible, más le sucede a los otros, no se tiene conciencia real que puede ocurrirles a ellos ni a las personas que aman. A partir de los 10 años aproximadamente, se dan cuenta que la muerte es una finalización de la vida y están expuestos a ello. Así como hay vida, hay muerte. Así como vivo, muero. 

Para abordar este tema a nivel educativo es muy importante saber qué creencias sobre la muerte se tiene en el entorno del niño, en su entorno cultural, especialmente por parte de los adultos con quienes tiene un vínculo emocional (padres, madres, educadores).

¿Por dónde comenzar o qué considerar? Lo primero es revisar qué relación tengo yo como adulto con la muerte. En la medida en que podamos sentirnos en paz con este proceso biológico, vamos a poder acompañar mejor a nuestros hijos y alumnos.

Hay algunos temas esenciales que deberíamos tener en cuenta a incluir en nuestro quehacer pedagógico como por ejemplo: la mortalidad de todo ser vivo, lo cual no sólo se reduce a la muerte de las personas sino también a todos los seres vivos que son significativos en la vida del niño, para continuar trabajando sobre ‘la presencia de aquellos que mueren’ y comenzar a indagar poco a poco en el deseo de trascendencia, tanto en lo que respecta a nuestra cultura como en la diversidad de cosmovisiones que existen alrededor del mundo respecto a la muerte. Conocer los rituales que se realizan en las diferentes culturas, permitirá poco a poco comprender que la muerte es parte de la vida. Y esto lo podemos incluir desde todas las disciplinas: la literatura, las artes, las ciencias, etc.

Es importante que ante una situación de muerte el niño pueda continuar vinculándose con los adultos de referencia de tal manera que pueda sentir seguridad, se recomienda hablar lo más claro posible con ellos, dando respuestas ajustadas a su edad, aunque sean dolorosas, acompañándoles emocionalmente en el proceso de la pérdida. 

Como adultos de referencia debemos estar atentos para ser un punto de apoyo para el niño en el periodo de duelo y pedir ayuda en caso de observar que se prolonga este proceso, traduciéndose en dificultades del niño para dormir, alimentarse o regresar a etapas anteriores a su edad. Se ha de continuar trabajando en un espacio de realidades junto a la esperanza y la alegría de vivir, ayudar a transitar desde un espacio de recogimiento a otro de mayor conexión con la vida es sin duda una tarea que debemos aprender a realizar.

Prepararnos como adultos es esencial para acompañar los procesos de vida de niños y niñas, estar en presencia, observar y cuando lo necesitamos buscar ayuda.